Cien años de soledad, una novela para todos los tiempos



La portada de la Edición de la novela Cien Años de Soledad, realizada por G. Luna y publicada en España, en 1970, por la Editorial Círculo de Lectores, podemos considerarla como una obra de arte por su impacto visual y estético.
De hecho, Luna logra en su obra trasmitir en síntesis gráfica el ambiente de soledad de Macondo, un pueblo llamado por el propio García Márquez como ciudad de los espejos (o los espejismos).

No hay dudas que la anciana de la portada de Luna es Úrsula, personaje que en varias ocasiones repite: «Es como si el tiempo diera vueltas en redondo y hubiéramos vuelto al principio».
La excelente portada muestra la lucha contra el tiempo silencioso y aplastante. El empleo de colores tenues, con predomino del azul, crea una atmósfera psicológica propicia para, aún sin abrir el libro, que el lector quede atrapado por el espanto de la soledad. Su autor no emplea elementos tipográficos para orientar el título o nombre del escritor.
Sin embargo, en la portada de esta misma novela, pero la publicada en Cuba, en 1979, por la Editorial Arte y Literatura, todo es obvio, pues se nos presenta el título y su autor, además de numerosos temas gráficos de la vida en Macondo.
El autor emplea muchas imágenes, cada una escamoteándole un espacio a la otra. Tal es así, que los relojes se roban el mayor impacto visual, teniendo en cuenta que entre los rasgos peculiares de la novela aparece la utilización del tiempo en un sentido de realidad inmóvil.
El crítico Katalin Kulin señala que en Cien Años de Soledad no hay diferencias entre ayer y mañana, y que Macondo quedó detenido en un lunes eterno.
Ambas portadas contrastan entre si, por el colorido de una y la sobriedad de la edición española en que la anciana, sentada sola en una silla en la esquina de una habitación sin ventanas ni puertas a donde mirar o caminar, nos brinda un mensaje de tragedia, fracaso e incertidumbre.


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